«El día que nos den presupuestos tan altos como a los hombres,
igual habremos cambiado algo»
Isabel Coixet debutó en 1989 como guionista y directora de cine con Demasiado viejo para morir joven. Con Cosas que nunca te dije (1996) inició una carrera internacional a la que siguieron Mi vida sin mí (2003), galardonada con el Goya al mejor guion original, y La vida secreta de las palabras (2005), premiada con cuatro premios Goya. Ahora, estrena un nuevo documental, El techo amarillo, y acaba de recibir el Premio a una Trayectoria Profesional en el Festival Cine por Mujeres Madrid.
Precisamente en el marco de este Festival, hemos podido hablar con ella, sobre su carrera, sobre el papel de la mujer en el cine y sobre su nuevo trabajo. Aunque se considera optimista en este sentido, Isabel Coixet cree que todavía hay mucho por hacer para dar visibilidad al trabajo de las mujeres en el cine.
Recibes el Premio a una Trayectoria Profesional en el Festival Cine por Mujeres Madrid, ¿Cómo te sientes?
Es estupendo siempre que te den un premio, por ser mujer, por ser pulpo… (se ríe), por ser lo que sea. Yo siempre he estado en contra de esta cosa del gueto, pero es verdad que si hay un festival que ofrece una oportunidad de enseñar películas que normalmente, algunas de ellas no llegarían de otra manera, me parece bien.
Este Festival es un altavoz, ¿Qué mensaje mandarías sobre la situación de la mujer en el cine?
Bueno, yo creo que el día que nos den presupuestos tan altos como a los hombres, igual habremos cambiado algo ¿no?
De momento, creo que se están haciendo muchos pasos, pero sigo viendo un intento de reducir y empujar a las mujeres hacia un lugar en el que yo creo que ya no estamos. Me parece que, por poner un ejemplo cercano y hablar de algo concreto, creo que si un hombre hubiera ganado el Oso de oro en Berlín, como Carla Simón con Alcarràs, estaría en los telediarios cada cinco minutos. Y, en cambio, bueno, sí, la academia la hemos elegido para los Oscar y todo eso… pero sigue siendo una cosa como minoritaria. Y somos la mitad del mundo. Que a 12.000 km de aquí, hay personas que por enseñar un mechón de pelo están yendo a la cárcel.
Cuando la gente dice que se han hecho muchos adelantos… bueno, sí, se han hecho adelantos en el primer mundo, pero es que el primer mundo es muy grande.
Las últimas alegrías para el cine español han venido de manos de mujeres, ¿crees que estamos ante un punto de inflexión?
No lo sé, podría… Yo es que soy cautelosamente optimista. Ayer por ejemplo fui con mi madre al cine, vimos una película de una directora, de Claire Denis, y éramos todo mujeres. Y yo pensaba… ¿por qué no hay hombres? No había ni uno en la sala. Y es una directora que ha hecho películas muy interesantes y que fue premio en Cannes este año… Y éramos todo mujeres.
Perteneces a una generación que nutrió al cine español de nuevas imágenes y nuevas narrativas, ¿cuáles fueron tus referentes?
Hay tres directoras: Agnès Varda, Ida Lupino y Barbara Loden, que solo dirigió una película pero que, para mí, cuando la vi, fue un aldabonazo. Quizás Agnès, he tenido la suerte de conocerla, de estar tiempo con ella y es alguien que vivió muchas etapas muy diferentes del cine. Tu ves los primeros documentales que hizo en los años 70 en Los Ángeles y son de una modernidad increíble. Y las películas que hizo… y su vuelta al documental con 75 años. Creo que es una lección no solo para las mujeres directoras del mundo si no también para los hombres.
Pero es que a los hombres les cuesta mucho que una mujer les de lecciones, o admitir que una mujer les inspira. Las mujeres no. Yo por ejemplo nunca he tenido ningún reparo en decir que a mí Martin Scorsese, o Ozu, Koreeda… me gustan. Los hombres jamás, jamás. Ni un director del mundo dice que una película de una mujer le ha gustado, es alucinante. Te puedes mirar cualquier entrevista, es muy “divertido” esto.
«A los hombres les cuesta mucho que una mujer les de lecciones, o admitir que una mujer les inspira»
¿Esto influye en que predominen los personajes femeninos en tu obra? ¿Por qué te inspiran más los personajes femeninos?
Pues es muy fácil, las mujeres nos comemos muchísimo más la cabeza, con lo cual vivimos las paradojas y las contradicciones de una manera mucho más evidente. Es mucho más divertido escribir personajes femeninos, mucho más. Pero no solo para una directora mujer, sino que hay muchísimos directores hombres que prácticamente solo han contado cosas de personajes femeninos, desde Fassbinder, Almodóvar, Douglas Sirk…
Estrenas El techo amarillo, ¿Cómo te has enfrentado a un trabajo tan delicado?
La verdad es que me impresionó la historia cuando la conocí. Leí un artículo, conocí a las periodistas que habían hecho la investigación de muchos meses. Quise conocerlas a ellas un poco sin saber mucho. Me acuerdo que estábamos en plena pandemia, no se podía ir ni siquiera a Lérida, no se podía salir de la ciudad y me impresionó la manera en que lo contaban.
Porque lo contaban como algo que había marcado sus vidas, pero como algo definitorio, y a mi eso es algo… que cuando conoces a personas que han pasado por situaciones extremas y esa condición de víctima no inunda su ser. Eso me gustó, me pareció que lo contaban bien.
Yo tengo ese momento en el que todo el mundo me cuenta sus penas: “No no, tus pelis están muy bien pero yo… uy si yo te contara…” y entonces me lo cuentan.
Pero en esta ocasión no había ni orgullo, ni había rencor. Quizás lo que más rabia les producía es el hecho de que no las habían creído en su momento y había también una especie de conspiración del silencio alrededor de eso.
Empecé a rodar, la verdad, pensando que iba a ser mucho más fácil, y luego ha sido un trabajo muy complicado porque existía el peligro de: cuando alguien hable y luego no quiere que salga su testimonio… porque de repente hay gente que no se lo ha contado a la familia, o que las consecuencias de asumir y de explicar y reexplicar, de dar detalles… y al final está claro que no querían. Y mucha gente… la rodamos y luego no quiso salir. Fue delicado y complicado, pero al final lo que ha quedado es potente, toca a la gente.
Es un documental que ahora va a pasar por festivales de todo el mundo, nos lo han pedido desde Singapur incluso. Y yo siempre les dije a las chicas: esto no va sobre Lérida, sino sobre un estado de cosas en el que de repente por muchas razones hay un abusador que teje unas redes de silencio, que teje una complicidad extraña con otras mujeres para que así se sientan mal y no hablen de lo que está pasando con las menores que es realmente lo que constituye un delito.
¿Cuál es el motivo por el que recurres a personajes «heridos»?
Es que las personas no heridas… todos tenemos una herida, grande o pequeña, cicatrizada o no, supurante o no. Las personas felices ya sabes lo que decía Tolstoi ¿no? … ¿Qué vas a hacer con una pareja feliz? ¿Ana y los 7?
A mí me parece que casi todo el mundo tiene algo ahí que lo va superando, que no hablas de ello. Ahora cuando todo el mundo habla de salud mental pienso… ¿pero es que hay alguien que esté bien?… No.
¿Cómo se convirtió aquella Isabel Coixet que rodaba en 8mm de niña, en una de las cineastas más importantes que tenemos en nuestro país?
La publi lo que me dio fue la posibilidad de una especie de cine constante, de rodar con muy buenos directores de fotografía, de aprender de ellos y sobre todo de no tener miedo a contar cosas de una manera diferente. Mi abuela era taquillera del cine Texas y yo soñaba con hacer películas, y soñaba con el subtexto de “igual esto no ocurre”. Pero ocurrió. Porque soy cabezota, básicamente yo creo que es eso.
Háblanos de tu ópera prima: «Demasiado viejo para morir joven»
Uff… tengo sentimientos ambivalentes, ahora está en varias plataformas y pienso… tendría que haber hecho algo para que no se vea.
Me acuerdo que conocí a Gus Van Sant en Sundance hace muchos años, y no sé por qué empecé a hablar con él. Y entonces él me dijo: ¿tú crees que mi primera película es “Mala noche”? y dije: sí. Pero él me dijo: “No, mi primera película es otra, pero no te preocupes, ya destruí el negativo”. Y yo pensé… “tendría que haber hecho eso”.
De modo que «tu primera película» es Cosas que nunca te dije…
Cosas que nunca te dije es mi segunda primera película. Le tengo mucho cariño, fue una película que se rodó con mucha ingenuidad y era mi segunda primera peli. La segunda película que hacía Teresa Medina, la directora de fotografía. Se hizo en 4 semanas. Yo a veces decía: “¿Pero, yo qué hago aquí perdida en este pueblo?”
Pero luego es una película que la ves y con todos sus defectos y carencias yo creo que tiene algo que llega y sigue llegando a la gente muchos años después de que esté hecha.
Y… ¿A los que aman?
Es una película que, si eres romántica y te gustan los culebrones turcos te puede gustar (risas). No sé, yo creo que es una película que es una especie de popurrí pseudo histórico, literario, de… bueno, esa cosa que a mí siempre me ha intrigado: morir de amor. Que es un concepto muy melodramático y me planteé cómo podría ser una historia donde alguien muere de amor. Que no es mi caso para nada, yo desde luego puedo morirme de muchas cosas, pero de amor, no.
¿Qué supuso para Isabel Coixet Mi vida sin mí?
Es una película que muchos años después de estar hecha sigue llegándole a la gente. Las personas que tienen una enfermedad, o que conocen a alguien que la tiene, siempre se identifican con ella y bueno, para mí es un cuento de hadas. Porque no es una peli que pretenda engancharse en los aspectos más morbosos de una enfermedad, sino que habla de alguien que de repente asume, con una gran heroicidad, que va a morir. Y ve claro y siente que va a morir. Intenta vivir todo lo que puede antes de morir e intenta, en la medida que puede, de una manera un poco de cuento de hadas, como proporcionar una buena vida, cuando ella ya no esté, a los que deja.
¿Y La vida secreta de las palabras?
Responde también a cosas que viví en Sarajevo después de la guerra, que creo que fue el primer docu que hice, que fue un documental sobre mujeres que habían sido torturadas y violadas, y creo que fue la primera vez que me enfrenté a algo tan duro.
No era una película, eran personas que habían vivido cosas indecibles, que habían vivido auténticas salvajadas y que habían sobrevivido. Algunas llevaban una vida muy muy difícil. Y entonces, cuando salí de allí, recuerdo que en el avión de vuelta pensé: No quiero volver a hablar de torturas, no puedo, es demasiado.
Y sin embargo hay personajes que conoces y te van entrando, te persiguen, y quizá recuerdo que uno de los momentos más bonitos de mi vida de cineasta fue cuando en un pase en el festival de Sarajevo, pasamos la película y muchas de las mujeres a las que está dedicada la película vinieron y se sintieron identificadas.